Pasar el relevo
Judith Castillo
¿Trabajas en una empresa u organización? Quizás este septiembre haya llegado alguien nuevo, tal vez una persona joven que acaba de terminar su formación o que participa en un programa dual, combinando estudios y trabajo. Es posible que esa persona, dentro de muchos años, siga recordando cómo la hiciste sentir, qué mensajes recibió al aterrizar en tu organización.
A la vuelta de verano, una de las primeras sesiones de trabajo con una organización cliente fue en torno a su programa de mentoring que está poniendo en marcha. En los próximos años enfrentan un importante relevo generacional y quieren asegurarse de que la esencia y la identidad de la organización perduren. Un proyecto que tiene como objetivo asegurar la continuidad de su cultura organizacional.
Tienen claro que su cultura no solo está en políticas formales, valores o misión, sino que se transmite, sobre todo, en las interacciones diarias con los diferentes grupos de interés, tanto internos como externos.
Las personas que participaron en la sesión habían sido seleccionadas como representantes de lo que la organización quería transmitir a las futuras generaciones. Aunque hasta ahora no se les había llamado mentores, ya actuaban como tales en su día a día.
El objetivo de la sesión era definir claramente su rol y cómo organizarse.
Les preguntamos qué mensajes y comportamientos les habían marcado en su propia experiencia para sentir esa conexión con la organización. Como mentores, podrían usar esas experiencias para su propio rol. Así que les invitamos a recordar cómo conectaron con la cultura de la organización y si hubo personas que desempeñaron un papel clave en el proceso.
Fue emocionante escuchar a personas veteranas recordar como si fuera ayer lo que se les dijo o cómo se sintieron, en algunos casos hace más de 35 años, durante sus primeros días o meses. Esos recuerdos no son solo anécdotas; son la base sobre la que construyeron su sentido de pertenencia. Lo que vivieron y escucharon en esos momentos iniciales influyó en su experiencia, les ayudó a entender las expectativas no escritas y a conectarse con el equipo. Con el tiempo, alimentaron y transmitieron a su vez esa conexión.
Entre otras cosas, recordaron a personas concretas y cómo les acogieron en el equipo, el cuidado, la generosidad, la cercanía, el no sentirse juzgados, y ver cómo el equipo afrontaba retos en conjunto con una valentía que sólo podía aflorar en equipo, sintiéndose acompañados.
Fueron aquellas frases simples y ejemplos observados que guiaron su propio comportamiento durante décadas. Al recordar cómo fueron recibidos, más allá del momento emocionante, expresaron las ganas de transmitir esos mismos valores a las nuevas generaciones.
Las palabras y el trato que recibimos cuando damos nuestros primeros pasos en una organización pueden ser el ancla que nos conecta con sus valores. No solo transmiten información práctica o reglas, también nos dan pistas sobre cómo tratamos a los demás, cómo nos apoyamos mutuamente y cómo enfrentamos juntos los desafíos.
Ser conscientes del impacto de nuestras palabras y comportamientos, especialmente cuando alguien nuevo se incorpora a la organización es crucial. Pueden ser recordados durante toda una carrera profesional, como sucedió con aquel grupo de mentores. Cada vez que interactuamos con una persona nueva (o no tan nueva), contribuimos a la cultura de la organización.
Parece que las primeras interacciones nos marcan con la intensidad de lo nuevo.
¿Alguien nuevo se ha incorporado a tu organización?
¡Feliz Semana!