Me acordaré cómo me he sentido contigo…
Judith Castillo
En el pasado, el concepto de «team building» me evocaba imágenes de personas que, por un día, cambiaban su ropa formal por un chándal, subían a tirolinas o competían en juegos. Hace muchos años, cuando trabajaba en empresas de consultoría, también fui invitada a estas actividades “para hacer equipo”.
Me encantaban las actividades, pero reconozco que tenía bastantes dudas sobre su utilidad concreta para el equipo, más allá de pasar un buen rato. Incluso diría que las miraba con un poco de desprecio, considerándolas como típicas actividades corporativas diseñadas para hacernos sentir bien por un día, en lugar de buscar mejorar los temas que afectaban de verdad nuestro trabajo. Aun así, lo disfrutaba con mis compañeros/as de trabajo.
Desde entonces, mi perspectiva ha cambiado radicalmente. Esto se me hizo evidente el otro día, trabajando con un equipo. Estaban muertos de risa, pasándoselo bien juntos. La actividad que les había propuesto era sencilla, breve y tenía como objetivo entender mejor un concepto teórico que íbamos a ver después… y además era divertida.
Cuando sentimos emociones intensas, nuestro cerebro atribuye más importancia a lo que está ocurriendo. Las emociones “positivas”, en particular, activan el sistema de recompensa del cerebro, lo que fortalece las conexiones neuronales asociadas a esa experiencia.
Esto se puede aprovechar para que las personas retengan mejor la información que queremos compartir, por ejemplo, en una formación. Además, “almacenamos” cómo nos hemos sentido en compañía de quienes nos rodean. Si volvemos a coincidir en el futuro, es más probable que esperemos (inconscientemente) sentirnos de manera similar. Esto nos predispone a un tipo de actitud y comportamiento hacia esa persona o grupo.
O dicho de otra manera, cuando nos lo pasamos bien en compañía de ciertas personas, es más probable que generemos nuevamente sensaciones similares en un encuentro futuro. Y esa predisposición emocional tiende a generar más posibilidades que frenos por lo que es más probable que los resultados que buscamos conseguir juntos sean más alcanzables.
Hoy, convencida de los beneficios tangibles de las actividades “divertidas” en equipo, diría que son esenciales para cualquier equipo que busque mejorar su cohesión y rendimiento. Son mucho más que momentos de diversión pasajera; son herramientas para fortalecer los vínculos y la calidad de las relaciones futuras. Crear vínculo dentro de un equipo, sentir conexión, ayuda a que los miembros compartan ideas, se sientan parte del equipo y que haya una colaboración más productiva.
Así que, la próxima vez que te inviten a pasar un momento de diversión o a una comida en equipo, si eres de las personas escépticas, échale un poco de ganas y dale una oportunidad. Quizás esa “tontería”, sin que te des cuenta, consiga crear un mayor vínculo que, a futuro, permitirá avanzar en los temas serios que tenéis entre manos.
¡Feliz Semana!