Estructuras de bambú
Arrate Iraolagoitia
“En EEUU es normal ver anuncios en la televisión con personas muy sonrientes tomando antidepresivos”.
“En EEUU debes ser positivo: no demostrar positividad se considera como un defecto”.
Son frases que escuché al psiquiatra Luis Rojas Marcos en una entrevista de radio y me dio qué pensar…
En nuestra sociedad actual vivimos rodeados de personas “con caras felices” en redes sociales, contándonos sus éxitos, vidas y experiencias extraordinarias. Utilizamos tazas, libretas, bolsos con mensajes de tipo “Mr. Wonderful”- piensa en positivo y todo saldrá bien; tú puedes con todo y si no lo haces es porque no quieres…
Según los profesionales de la salud mental, este bombardeo de “positividad” está haciendo mucha mella en la autoestima de las personas, especialmente en los adolescentes. Es como una lluvia fina que nos lleva a la comparación y nos va calando inconscientemente… ¿qué pasa si yo no tengo “éxito” (entendido como una muy buena situación económica y un trabajo fantástico), si no viajo, si tengo alguna enfermedad, si no tengo una formación Top, experiencias extraordinarias, un cuerpazo o una familia feliz? ¿Es entonces mi vida un fracaso? ¿No soy suficiente porque no sé lograrlo?…
No decimos que el pensamiento positivo sea malo, ¡ojo!, el optimismo nos parece importante y útil a la hora de enfrentar los diferentes desafíos que nos trae la vida. Ya lo decía W. Churchill: “Soy un optimista. No parece muy útil ser otra cosa”. Pero cuidado con confundir optimismo con pensamiento mágico o con omnipotencia. Cuidado con caer en un ego hinchado que cree que controla todo; que vive en la ilusión de que es poderoso y puede comprender, hacer, solucionar y dominar todo; que cree que somos el centro del Universo.
La vida nos trasciende, es más grande que nosotros/as; por mucho que intentemos vivir en una ilusión de control. La vida es luces y también sombras. También nos suceden cosas injustas, que no tienen explicación, momentos donde no podemos solos/as, ni conseguimos todo lo que nos gustaría…a veces es sencillamente “¡una mierda!”.
No podemos elegir la música de nuestras vidas, lo único que podemos elegir es el paso de baile, la respuesta consciente que decidimos dar a cada situación. Pero para ello, es necesario hacer un ejercicio de introspección, de autoconocimiento, de desarrollo personal. Y esto es trabajo, y suele resultar incómodo.
Por eso, cuando acompañamos a líderes o equipos, otorgamos mucha importancia al trabajo personal para elevar el nivel de conciencia. Es clave conocernos bien para liderar (además de las competencias técnicas). Sólo conociéndonos en profundidad podremos construir estructuras internas sólidas que no se desmoronen con vendavales externos (como el bambú). Construir egos sanos que vayan madurando con el aprendizaje de todas nuestras experiencias; reconociendo, desde la humildad, que hay cosas fuera de nuestro alcance o control.
En estos tiempos de incertidumbre, más que nunca, necesitamos entrenarnos en la confianza (en mí, en mis recursos, en los demás, en la Vida). Entendemos la confianza, no como el pensamiento de que todo va a salir bien, sino como la convicción (celular y no intelectual) de que sabré/sabremos dar la mejor respuesta a aquello que llegue, sea lo que sea.
¿Cómo puedo acompañar el desarrollo de las personas de mi equipo si yo no conozco mi emocionalidad, mi sistema de creencias, mis fortalezas, mis miedos o heridas?
¿Cómo puedo crear las condiciones para cultivar la confianza en mi equipo si yo no sé moverme en la confianza?
Lo que yo cultive en mi interior es lo que entregaré fuera. No podemos dar lo que no tenemos.
El Coaching puede ser una buena herramienta para abordar un proceso de trabajo personal. Nos puede ayudar a construir diálogos internos funcionales que nos proporcionen equilibrio interior; a generar un intercambio genuino y enriquecedor con nuestro entorno; a fortalecer la confianza en nosotros/as mismos/as, en nuestros recursos, en los demás y en la Vida.
Feliz semana