Un elefante en la sala
Teníamos preparada una bonita sesión de trabajo y reflexión colectiva con parte del personal de una organización cliente. El tema versaba sobre los valores de la organización, cómo los estaban llevando a la práctica en el día a día y cómo de coherentes estaban siendo entre el dicho y el hecho.
Un par de días antes de la sesión, desde la organización nos comentaron que un caso interno de de conflicto, había causado mucho ruido entre las personas. Aconsejamos, pues, aprovechar la sesión para hablar abiertamente de “eso de lo que todo el mundo estaba hablando en corrillos”. Si queríamos ser coherentes con el tema central, los valores, era necesario comunicar de manera transparente sobre lo ocurrido y tomar el pulso de las personas de la organización al respecto.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en reuniones donde hay un elefante en la sala que todo el mundo ve y nadie se atreve a hablar de él abiertamente?
En ocasiones, en los equipos (al igual que sucede en las parejas y familias también) nos cuesta abordar ciertos temas relacionados con emociones y dinámicas inter-personales por múltiples razones, muchas veces inconscientes: miedo a mostrarnos vulnerables; a que la relación se vea dañada; a la reacción de la otra parte; a que dejen de quererme; a que deje de pertenecer al grupo; temor a tener que significarme; al conflicto; ganas de demostrar que no hay nada de qué hablar porque tengo la razón…
Y estos miedos pesan tanto en la balanza, que incluso sabiendo que no es lo mejor, lo dejamos pasar, esperando íntimamente que el tiempo haga su labor y las cosas se calmen u olviden, pretendiendo que todo está bien.
Pero como se dice, el pescado, al cabo del tercer día empieza a oler y cada vez es más difícil disimular. Es decir, nuestras mochilas se van llenando de pequeñas piedritas que cada vez pesan más sobre las relaciones, desgastando la confianza entre los miembros del equipo y/o hacia la organización. Y cuanto más pesan las mochilas, más difícil es avanzar y construir juntos/as.
Ahora bien, es conveniente preparar conscientemente estas conversaciones o comunicaciones “delicadas” (como cualquier reunión importante). Para ello, nos puede ayudar el tener presentes algunas pautas de la comunicación no violenta:
- Definir claramente el objetivo que queremos conseguir en la conversación / comunicación.
- Describir los hechos o acciones concretas sucedidas y sus resultados.
- Mostrar cómo nos sentimos en relación a lo observado.
- Hablar de nuestras necesidades,valores, deseos etc. a partir de lo que sentimos.
- Cuáles son las acciones concretas que (nos) pedimos de cara al futuro (tomando como aprendizaje lo sucedido).
- Llegar a un compromiso a poder ser.
Requiere valentía, inversión de tiempo, esfuerzo y energía en preparar bien estas conversaciones/comunicaciones. Y sobre todo un convencimiento de que merece la pena abrir estos espacios de diálogo sincero y en clave de construcción porque se pueden convertir en momentos transformadores. Es decir, lo que en un principio veíamos como un problema u obstáculo puede acabar convirtiéndose, gracias a conversaciones bien diseñadas y llevadas, en una relación o cultura más sólida y sana.
El lenguaje es una poderosa herramienta de acción que logra resultados. Desde este enfoque decimos que: Si tenemos las habilidades para conversar, tenemos buenas relaciones, y si tenemos buenas relaciones, tenemos buenos resultados.
¿Qué tipo de conversaciones tenéis en tu equipo o en tu organización? Y ¿qué conversaciones faltan?
Tanto el coaching individual como el coaching de equipo ayudan a aprender a conversar de manera fructífera. Feliz semana.
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