Mira quién habla…
“A estas alturas conozco bien mi cuerpo” – es una expresión que empleamos más según avanzamos en edad.
Y es cierto que los años nos regalan experiencia y sabiduría, incluído sobre nuestro cuerpo. Pero una cosa es conocer la fisiología de nuestro cuerpo (cómo se comporta en los cambios de estación, al comer cierto tipo de alimentos, según las horas de sueño etc.) y otra cosa es tener conciencia corporal.
El cuerpo nos brinda, constantemente, valiosa información sobre nuestro estado emocional con respecto a nuestro entorno; a nuestros juicios o creencias; a nuestras interacciones con otras personas…porque las emociones se alojan en el cuerpo y el cuerpo es nuestro instrumento para llegar a ellas.
¿Cómo de conectados/as estamos realmente con nuestro cuerpo?
¿Somos capaces de identificar sus necesidades, las diferentes sensaciones, las partes bloquedas, en dónde exactamente sentimos las emociones etc.?
¿Estamos entrenados/as para hacer una lectura corporal y emocional?
En general, en Occidente al menos, desarrollamos una vida lingúistica (racional) bastante disociada de nuestra emocionalidad y de nuestro cuerpo. Se concede más importancia y prevalece el trabajo cognitivo-lingüístico. Este es fundamental, pero creemos que necesitaría ir acompañado de un trabajo emocional y corporal para que la persona pueda desarrollarse en plenitud.
Las creencias disfuncionales o limitantes se asientan en emociones muy profundas, inconscientes, y por eso se resisten a los argumentos lógicos. Podemos entenderlo intelectualmente pero seguimos reaccionando de la misma manera. Por eso, para cambiar un juicio, una creencia, primero necesitamos identificar, trabajar y resolver la emoción que lo sostiene. Y ¿cómo se trabajan las emociones? Entrando en el cuerpo. Es imposible transformarlas sólo hablando o razonando.
Las preguntas, los razonamientos lógicos, nos llevan a ir madurando y preparándonos para poder abordar ese momento emocional. El cuerpo y la respiración consciente nos ayudan a permanecer en el presente, a salir de la divagación, a reconectar con nuestro cuerpo y a poder empezar a identificar y describir sensorialmente lo que nos sucede. No es un trabajo sencillo, porque todos/as tenemos emociones proscritas que nos han llevado a disociarnos, a dejar de estar en contacto con nuestro cuerpo/emoción, para no sentirlas.
Pues bien, para empezar a entrenarnos en la lectura corporal, sensorial y emocional, os proponemos el siguiente ejercicio: llevar un Diario corporal.
Estas son las instrucciones:
Cada mañana, a primera hora, programáis 3 o 4 alarmas en el móvil en distintos momentos del día, que sean horas difíciles de recordar, por ejemplo: 17h23.
Cuando suene cada alarma, detenéis lo que estás haciendo y respondéis a las siguientes preguntas:
- ¿Qué estoy haciendo?
- ¿Qué estoy pensando?
- ¿Qué estoy sintiendo?
- ¿Dónde en mi cuerpo y cómo lo estoy sintiendo?
Este ejercicio se debería hacer al menos durante 10 días.
Seguro que vuestro cuerpo os brinda sorpresas y un montón de información valiosa.
Feliz semana.
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