Esto está encendido
“Si yo tuviese que desear algo, no desearía riquezas ni poder, sino la pasión de la posibilidad, el ojo que en todas partes ve la posibilidad eternamente joven, eternamente ardiente. El placer decepciona, la posibilidad, no.”
(Soren Kierkegaard)
Me sorprendió y me arrancó una sonrisa la respuesta que me dio mi sobrina de 4 años cuando le pregunté qué se disponía a hacer tan contenta con aquellas pinturas: “¡Voy a hacer un proyecto!”. Claro…hoy en día los colegios trabajan por proyectos y es un término totalmente normalizado para los niños/as.
Su entusiasmo ante el mundo de posibilidades que imaginaba con aquel papel en blanco, unos cuantos rotuladores, unas tijeras y algunas pegatinas (parece que los niños/as de entre 3-4 años son capaces de entusiasmarse hasta 90 veces al día) me hizo pensar que el entusiasmo es igual de importante o quizás más que otros elementos tangibles en los proyectos (ya sean laborales como personales).
¿Pero cómo mantener el ánimo de las personas, la actitud positiva, la motivación, durante el proyecto, especialmente en aquellos complejos y/o muy largos (igualmente podríamos hacer esta reflexión en situaciones difíciles de la vida)? ¿Cómo comprometer al equipo? ¿Cómo construir puentes hacia un objetivo común?
En un post anterior ya hemos hablado sobre el arte de saber encontrar un buen equilibrio en la gestión del tiempo y de los tempos en los proyectos para alcanzar con éxito la meta final.
Creemos que otra clave es cultivar el entusiasmo. El entusiasmo por construir juntos/as algo bueno, algo valioso, algo grande…un propósito significativo para todos. Y para ello…
Qué tal si cambiamos nuestra percepción de que el proyecto (o nuestro día a día) es un cúmulo de problemas/obstáculos a solucionar o superar, por espacios de posibilidades y también de disfrute.
Qué tal si utilizamos un lenguaje conscientemente apreciativo que incluya, que valore, que inspire a colaborar, a compartir. Y no un lenguaje basado en la cultura del déficit, desafortunadamente bastante extendida en cualquier plano de la vida.
Elegir nuestra actitud, a pesar de las dificultades, es nuestra mayor libertad y también responsabilidad (no se nace cenizo u optimista, no es algo sólo genético. Se aprende a vivir con una actitud ceniza o positiva).
Porque las personas vivimos en estados de ánimo, sería bueno incluir este “ingrediente emocional, humano” de alguna manera en la planificación de proyectos que, en general, recoge lo tangible, lo medible.
Por eso, a través de este post, reivindicamos y animamos a dedicar espacios y momentos durante el proyecto para el Entusiasmo, la Curiosidad, el Asombro, la Emoción: recordar los logros y valorar aquello que es exitoso; reconocer nuestras fortalezas para construir desde ahí; ver lo que sí funciona; visualizar oportunidades; compartir aspiraciones e intenciones y emocionarnos imaginando juntos ese propósito soñado entre todos.
Necesitamos momentos para “lanzar chispas que prendan hogueras”, como dice Alfred Sonnenfeld, doctor en medicina y teología alemán. Aquí os dejamos un vídeo suyo sobre “La fuerza regeneradora del Entusiasmo”
Feliz semana
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