Conducir mirando tan solo el espejo retrovisor
Dice el refrán que Más vale malo conocido que bueno por conocer.
Y es que todo cambio genera incertidumbre. Cualquier alteración de la rutina, de lo conocido, ya sea más o menos satisfactorio, trae consigo recelos, reticencias, resistencias…porque supone un riesgo, y como tal, puede tener consecuencias negativas…pero también positivas.
¿Y si sale mal?
Ya… ¿y si sale bien?
Atrevernos a dar el paso, a retarnos y salir de nuestra zona de confort, si bien puede ser incómodo y a menudo doloroso (buenísimas excusas para no hacerlo), es la única manera de crecer, de evolucionar en nuestras vidas y de extender nuestra conciencia. Al final, no se trata tanto de conseguir el “supuesto objetivo” sino de todo lo que aprendemos en el proceso y extraemos de él.
Esto que nos sucede en nuestras vidas personales, lo observamos también en nuestro trabajo acompañando a equipos y organizaciones en procesos de transformación, como no podía ser de otra manera, ya que son sistemas humanos.
En estos procesos de cambio nos encontramos con resistencias a todos los niveles: con personas escépticas, con saboteadores/as del proyecto, con nostálgicos/as que insisten en que cualquier tiempo pasado fue mejor, con personas que, por temor, prefieren no moverse…
Pero también nos encontramos con entusiastas que quieren ser protagonistas e impulsores del cambio, con personas pragmáticas que entienden que los tiempos o la situación ha cambiado, y que toca “aprender a surfear” la nueva ola para no ahogarnos, con personas que deciden confiar y “vamos allá juntos/as!” aportando lo que pueden…
En definitiva, un proceso de transformación es una interesante marejadilla a sostener y gestionar donde es clave honrar lo anterior, lo conseguido hasta la fecha, e incluirlo para poder transcenderlo. Requiere dotarnos de mucha paciencia y comprensión, comunicar sobre el porqué y para qué de los cambios propuestos, dialogar en los equipos para poner sobre la mesa dudas, temores, tipo de interacciones y funcionamientos. Y requiere de dar ejemplo por parte de los/las líderes. Marejadilla en la que, para no perdernos entre tanta ola, necesitamos levantar de vez en cuando la cabeza para respirar hondo y mirar al faro: Nuestro Propósito y Valores.
Aún así, en todos estos procesos, ya sean personales u organizacionales/de equipo, nos dejamos algunos pelos en la gatera. Toda evolución tiene su precio y sus propias limitaciones intrínsecas (no podemos pretender que todos los problemas se vayan a solucionar en la nueva etapa porque emergerán otros diferentes, como si de capas de cebolla se tratase).
Nos gusta cómo lo explica el filósofo Ken Wilber en su libro “Breve historia de todas las cosas”:
“ (…) cada nuevo paso evolutivo hacia adelante tiene su precio. Los viejos problemas son desarticulados o resueltos sólo para introducir dificultades nuevas y, a menudo, más complejas. Pero los románticos regresivos (…) consideran los ‘problemas’ de la nueva etapa y los comparan con los ‘logros positivos’ de la etapa precedente, pretendiendo, de este modo, que todo ha ido cuesta abajo desde el momento en que se abandonó su pasado favorito, una comparación que, por cierto, me parece completamente perversa.
Creo que todos debemos reconocer y respetar los muchos y grandes logros de las culturas más antiguas de todo el mundo y tratar de conservar e incorporar su sabiduría. Pero el tren, para bien o para mal, se halla en movimiento y lo ha estado desde el primer día; y si tratamos de conducir mirando tan sólo el espejo retrovisor es probable que causemos accidentes todavía peores”
Feliz semana.
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