Mírame otra vez
“Y cuando en algún proceso de coaching tienes un cliente que te cae mal, ¿qué haces?”
Me lo preguntó un amigo, y me sorprendió, porque nunca me lo había planteado…o al menos no tenía la sensación de haber estado confrontada a ello.
Cuando una persona nos cae bien suele ser, en general, porque compartimos o nos gusta su modelo mental, su forma de ver la vida, las relaciones, su manera de actuar… Pero ¿qué pasa cuando no compartimos nada de eso o incluso nos molesta?
Cuando nos dedicamos al coaching tenemos que atravesar la capa egótica de la otra persona con la que trabajamos para ver el Ser que hay detrás, conectar con él. Y esto sólo lo podemos hacer si somos capaces de conectar con nuestro propio Ser. Nada sencillo… La pregunta a hacernos sería: ¿desde dónde me molesta esa otra persona? ¿Desde mi Ser?
Nuestro rol no es llevar a la otra persona a ningún lado, sino crear un espacio abierto donde se encuentre con eco. Crear un espacio donde florezca. Esto requiere la conexión profunda, más allá de los juicios, amorosa, una conexión vibracional.
Podríamos trasladar la misma reflexión a nuestras relaciones del día a día:
¿En qué nos fijamos más en los demás? ¿Lo que nos molesta, no nos gusta y criticamos? ¿Las dificultades de la otra persona, lo que nos da pena? ¿Lo que admiramos, apreciamos?
Siendo niños/as conectamos y fluimos jugando sin compartir idioma, cultura, raza… conectamos con el Ser.
Ahora, adultos, para ir más allá de lo que vemos en las personas, podemos probar a mirar con calma a los ojos a la otra persona. Nos llevaríamos alguna sorpresa y tal vez entenderíamos mejor su manera de actuar.
Hemos perdido el hábito de sentirnos los unos a los otros. Pero es una decisión que podemos tomar y que puede cambiarlo todo: ¿Qué queremos ver? Somos nosotros/as que elegimos dónde apuntamos con nuestra mirada.
Tenemos el poder de construir nuestra experiencia de las relaciones y de la realidad. Las cosas que nos decimos crean mundos…
¿No es maravilloso?
Feliz semana.
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