Aprendiendo a nadar con la marea
Recuerdo, mientras viajo en tren, a aquel compañero de trabajo que me contaba que su hija pequeña no le saludaba hasta que se quitara el traje al llegar a casa: Traje à “mi padre está trabajando”à “mi padre no está en disposición de ESTAR realmente conmigo”à”¿para qué hacerle caso?”
Llevaba muy mal aquellos “desprecios” de su hija hasta que decidió convertir el obstáculo en recurso, nadar con la marea y no en su contra. Hizo del momento de quitarse el traje un ritual para ir desactivando poco a poco el “chip trabajo” y adentrarse en una disposición interior de “familia”.
Durante el mes de Julio trato de escaparme los fines de semana al precioso pueblo costero donde siempre he veraneado, Zumaia. Me gusta viajar ahí en tren aunque tarde más en llegar. El placentero tracatrá del tren (¡como dice la canción!), observar paisajes que no siempre se ven desde la carretera, leer sin marearme…para mí son sinónimos de vacaciones y me doy cuenta de que, al igual que a mi compañero de trabajo, el viaje en tren se ha convertido en una estupenda transición del modo Ciudad- trabajo-estrés a Mar-playa-familia-relajación.
En estos tiempos de hiperconectividad e inmediatez resulta muy útil desarrollar la capacidad de estar presente, con toda nuestra atención, en cada momento, tarea y personas con las que nos interrelacionamos, sin dispersarnos, sin pretender llegar a todo a la vez… y pareciera que no es algo tan sencillo.
Técnicas de mindfulness, de yoga, hacer alguna actividad deportiva o artística… ayudan a hacer la transición del trabajo a la vida personal o familiar, pero además también podemos desarrollar pequeños y sencillos rituales diarios y/o símbolos para ello: quitarse el traje de trabajo o desmaquillarse al llegar a casa, escuchar o cantar una canción concreta, elegir caminos diferentes para ir al trabajo o a casa, respirar de manera consciente varias veces en el ascensor …cada persona puede inventarse el suyo, es cuestión de creatividad, de mirar la rutina con gafas diferentes.
El poder de los rituales, del lenguaje visual y metafórico es inmenso ya que con una sola palabra, imagen, gesto, olor, sabor o sonido podemos activar el estado emocional y la disposición mental que necesitamos para dar una respuesta óptima a cada situación. Por eso, lo tenemos muy en cuenta en los procesos de coaching tanto individual como de equipos que facilitamos, al entender que pueden ser excelentes catalizadores de los recursos, del potencial de las personas y equipos.
Os recomendamos el libro “Poder sin límites” de Anthony Robbins donde encontraréis varias técnicas y ejercicios de Programación Neurolingüística (PNL) que os pueden ayudar a ello.
Feliz semana veraniega
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