El tono hace la música
“Y yo le dije: ¡Eres una inútil, una p…vaga y ya te puedes poner a trabajar! Vamos que le puse en su sitio. ¡Qué se iba a creer esa!”
Estas fueron las palabras que escuché entre dos vendedoras de una pescadería mientras esperaba al bus urbano en la marquesina de al lado, a las 7h45 de la mañana un día de la semana pasada. Podéis imaginar el volumen de voz para que desde la marquesina lo escuchásemos sin problemas…
El tono de desprecio, el volumen, la hora temprana…todo me resultó muy agresivo. Se me quitaron las ganas de mirar a la persona que lo estaba diciendo y de entrar algún día al establecimiento como clienta.
La semana pasada también, facilitamos una sesión de reflexión con un equipo donde se pedían mutuamente engancharse menos en la queja, en el error, menos enfadarse, y más cuidar el foco en la solución, más apertura para intentar entender la posición de la otra persona…más bondad y amabilidad en definitiva.
Las cosas hay que decirlas, ¡claro que sí!, pero podemos decir lo mismo de otra manera, con otras formas, y probablemente conseguiremos mucho más.
El tono hace la música.
Nos metemos tan fácilmente en el juego de “¿a ver quién gana?”, de “queja, castigo y recompensa”, cuando en realidad todos/as perdemos en este juego…
La queja significa reproche, crítica, exigencia, frustración, enfado…elementos poco constructivos y que no sirven de gran cosa, si no es más que para desahogarnos a corto-medio plazo. También es necesario ¡ojo! pero, hagámoslo siendo conscientes de que estamos vaciando nuestro saco y que estamos trasladando una energía pesada, a veces incluso tóxica, a las personas de nuestro entorno y/o a nuestras propias cabezas (si la conversación de queja la mantenemos únicamente en nuestro fuero interno).
Detrás de todas esas quejas están ocultas necesidades no satisfechas, miedos a pedir y exponerse.
Si empezásemos a hablar desde nuestras necesidades y no desde los reproches, acusaciones, exigencias…y a escuchar las necesidades de los demás, seguramente la calidad y los resultados de nuestras conversaciones, en todos los planos, cambiarían.
Es muy diferente que te digan – “¡Eres un desastre! ¡No puedo más con tu desorden!” -a -“Yo necesito que las cosas estén ordenadas porque el orden me aporta tranquilidad. Cuando veo el desorden que formas, me estreso y me altero. ¿Podrías por favor, tenerlo en cuenta y procurar a partir de ahora poner atención para que las cosas estén en su sitio?”
Entrenémonos a abrir conscientemente nuestro corazón a la otra persona para conectarnos no sólo con nuestras necesidades sino también con las de ella.
Cuánto bien haría a nuestra sociedad implantar programas de comunicación no violenta (CNV) en los colegios y en las organizaciones donde trabajamos.
Recomendamos el libro “Comunicación no violenta” de Marshall Rosenberg y para los/las que habléis francés, este video de Isabelle Padovani que explica conceptos de la CNV con mucho humor:
https://www.youtube.com/watch?v=LD1M5xhxh-Q&feature=share
Prestemos pues atención y cuidado al lenguaje, a la comunicación, en los equipos y organizaciones para construir culturas más sanas. Las palabras y mensajes tienen más peso del que en ocasiones pensamos, crean realidades. Decía Gandhi:
“Cuida tus pensamientos porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos porque se convertirán en tu destino”
Feliz semana.
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