Excursión al naufragio
Judith Castillo
Medio mes de 2025 ya ha pasado.
El cambio de año sigue siendo para muchas personas una fecha señalada para establecer propósitos y nuevas metas en sus vidas. Cada cambio de año me encuentra en el mismo lugar: una pequeña isla en el Mar del Norte, Norderney, donde viví mis primeros 20 años.
En la punta oriental de la isla, el lugar más alejado del pueblo, hay un naufragio. En 1967, un barco encalló al intentar rescatar a otro y tuvo que ser abandonado.
Con los años, el naufragio se ha convertido en un popular destino de excursión. Cualquiera que haya hecho esta excursión se acordará de “su primera vez” y con razón: para llegar, el último tramo sólo se puede realizar caminando durante unas 3 horas a través de un solitario paisaje de dunas. La recompensa es la vista de la isla vecina y la posibilidad de observar una colonia de curiosas focas que habitan en la zona.
El naufragio, que con los años se ha cubierto de óxido y arena y se cae a cachos, ya no tiene interés en sí mismo. Sin embargo, es curioso como este “fracaso” se ha convertido en un punto de referencia, en un destino en sí mismo. Una meta a alcanzar para los caminantes y la satisfacción de tocarlo al llegar.
Con los dedos congelados y nadie al horizonte hice esa excursión con una amiga en uno de los últimos días del año. Hablamos poco por el viento cortante del este y la mente, vagabunda, me trajo imágenes del año casi terminado hasta recordar las metas que me puse para el 2024. Alguna alcanzada, otra más o menos y otra tan varada como el naufragio, objetivo de nuestro día.
Sentí un punto de disgusto haciendo el repaso, algo que a lo largo del año ya había sentido porque era consciente de no progresar como me había propuesto con ese tema. Forma de drenarme energía en lugar de motivarme para ponerme a ello. Cuando nuestra relación con las metas se convierte en una fuente de disgusto, terminamos saboteando nuestro propio progreso.
Este año he vuelto a incluir esa meta en la lista, pero diferente, con el aprendizaje de que cualquier pequeño avance será eso, un avance. Mantener el rumbo ya será suficiente.
Y quién sabe, lo que parece un naufragio puede convertirse en algo valioso de manera inesperada, en un destino digno de una excursión.
¿Y tú, cómo llevas tus metas recién estrenadas?
¡Feliz año!